31/1/11

anidar
desconozco los nidos de las águilas
sólo sé que aparecen
en cimas escarpadas.

yo soy alta y difícil
puedes venir a anidarme
y a dormir,
a llamarme casa.




(estos versos tontos me tuvieron despierta desde las tres de la madrugada hasta las cinco, no quería levantarme a apuntarlos, pero tampoco quería olvidarlos, así que soñaba que los memorizaba y me desvelaba creyendo que los había olvidado... al final tuve que copiarlos a bolígrafo en la contraportada de la novela que tenía en la mesilla de noche)
me alimentas
Me alimento en la semana
y me lleno los bolsillos de tus gestos
por si debo subsistir.
Rememoro tus sonidos
en el hueco de mi cuerpo
entre las mantas,
paladeo tus caricias
acorralada en un ascensor más.
Colecciono los latidos en tus labios
que me marcan el camino
hasta tu casa.
Llevo mis abrigos inundados de ti
por si el tiempo es inclemente
y se cuela entre mis manos por tormentas
para helarme el amor
en las esquinas de tu ausencia.
Me alimento en la semana
y me lleno los bolsillos de ti:
tengo miedo de inventarte
si te alejas.

28/1/11

regresaré
a alimentarme de ti
desenterrando el ritmo que escondí
cuando marchaste

regresarás
a repasar alfabetos
en mi boca infatigable
recuperando el alma que suspendiste
cuando no supiste qué decir

regresaremos

26/1/11

secuelas
arreglamos el mundo
descomponiéndolo
a nuestra manera
materializando secuelas imposibles
descubriéndonos huellas
en la piel
de viejas batallas.

nunca más seremos
los héroes que fuimos.

25/1/11


... llegó y cambió todas las cosas de lugar...

24/1/11

Estoy sentada entre botellas en la habitación al fondo del bar. Hay una carretilla azul mirándome con fijeza mientras Rafa toca la guitarra y las manzanas envenenadas se marchitan en su cesta. Estoy sentada en la habitación iluminada. Con la escalera, los frigoríficos y las cajas de cerveza. Herida de domingo y de recuerdos de los que te dejan la boca seca. 
Su vestido estaba escrito de antemano, supongo que también sus piernas y su manera de mirar directamente a los ojos, como si estuviese dispuesta a arrasar con todas las leyes que conozco. Olía a naranjas y mentía lo suficientemente mal como para dejarme envenenar sin resistencia. Supe que se llamaba Clara demasiado tarde, como todos. 

23/1/11

aduanas
recorro nuevos lindes de mi piel
bajo tu ropa.
sé que tu centro es mi frontera
y tu boca
capital de mis principios.

22/1/11

anochece
no voy a desnudar otra escalera
con rumbo a tu colchón,
tengo rotas las maneras y ecos
de pájaros viejos anidándome.

21/1/11

viento del este, viento del oeste
hoy viajo entre china y mi edredón
escucho tu voz
-es casi un faro
inaudita
con todo lo que dice esa palabra-
y ronroneo entre las mantas

después llegan bandejas
cargadas de jade y de sutiles
pétalos de arroz

desapareces

tu risa despereza el loto
adormecido entre mi pelo.
son blancas las sábanas
y amanece en algún sitio,
quizá aquí

me hago de ti, tú tarareas
mudándote en ofrenda ante unos dioses
a los que desconoces,
incienso del duermevela tibio
que son mis brazos.

vuelves,

estamos juntos
y oriente me parece inaccesible
lejos de tu boca occidental.


20/1/11

Nos gustaba hacer cosas absurdas. Colgar bolsas de té en el tendedero. Dibujar palabras en los techos. Fotografiarnos desnudos e invisibles. Buscarnos y besarnos a oscuras si es que se iba la luz. Sí, nos gustaba. Cambiarnos los zapatos y los calcetines. Ver películas subtituladas en japonés. Leer los clásicos. Pasear con sombrero. Nos gustaba. Nos gustábamos. Pero ya no. Ahora hacemos esas mismas cosas. Creo. Con desconocidos. 

19/1/11

cristalizo ideas


espero el momento adecuado para poderlas usar


no será hoy

18/1/11

 -A medio día tenía 34,5º y ahora 36,7º.
 -¡Tú es que tienes temperatura de lagarto!
 -Eso dice mi madre, que soy una lagarta.
 -Treinta y seis y medio es mi temperatura normal.
 -Por eso no necesitas tantos besos. Yo sí, porque si no me congelo.

15/1/11

inquietud
¿hasta cuando podrá
hacernos respirar
la belleza?
singos
ya las brújulas no apuntan al norte
siberia amanece sobre nosotros
y el hombre ha dejado de preguntarse
por el hombre

se acerca el fin del mundo -acércate-,
constrúyeme las horas sin minutos
anúnciame providente un futuro imaginario
donde siga habiendo árboles y niños
y amor.

14/1/11

estas cosas
quererte es incurable
(o quiero que lo sea)
GLORIA FUERTES
que me quieras 
es estar de vacaciones,
saltar en un charco y en la cama,
dormir hasta tarde los domingos,
romper un bote de canicas en el suelo,
leer mi poema preferido,
sacar un sobresaliente
o el primer baño del verano. 

13/1/11

Se llamaba Olvido, pero era capaz de recordarlo todo. Sus padres supieron enseguida que se habían confundido con el nombre, porque la pequeña Olvido pronto distinguió y memorizó el ruido de sus pasos, el ritmo de sus respiraciones, el gemido quedo de la noche irrumpiendo en los cuartos, la risa tonta y única de cada uno de sus hermanos. Olvido los aguardaba a todos reconociéndolos en sus coincidencias y disimilitudes. Quizá suene a tontería, pero estas cosas los padres las notan. Al principio quieren creer en coincidencias, porque, aunque nadie lo crea, todos los padres aspiran a que sus hijos sean completamente normales. Los hijos especiales intentan esconderse en la casualidad. Pero Olvido no podía esconderse como todos los demás. Olvido recordaba cada una de las palabras que había escuchado pronunciar y sus significados, recordaba calles, números, olores, sonidos y voces, recordaba el tacto exacto de una flor rozando el contorno de su rodilla izquierda, con precisión soberana el ritmo de una hoja temblando sobre el suelo de otoño, el contorno gris que se dibujaba en torno a los ojos de su hermano mayor cuando una idea estaba cruzando su frente. Olvido era incapaz de olvidar nada. 
 -No sobrevivirá -decía su madre en voz queda a la noche, confesando sus temores más ocultos-, no tiene las armas necesarias.
 -Sh... -la calmaba su padre encerrándose los miedos en el pecho-. No digas eso, no lo pienses. 
 -Pero... ¿cómo recompondrá su corazón?

12/1/11

sueño poemas
sueño poemas,
palabras que no conozco
me desvelan a deshora,
parpadeo estuarios
en mi cama inmaculada
afilando mi amor
por si te marchas.

11/1/11

amanece
acaricio pájaros
porque no estás

10/1/11

amarte
arribo a rezar en tu piel
los mantras universales del deseo.
la belleza no viene a llamar a mi casa.
por eso quemo corazones
destrozo ciudades abandonadas,
para que me castigue
para que venga a por mí
para que arrase mis tierras expropiadas.
el fin del mundo
llevo espíritus de barcos
parpadeándome en la piel.
nos hacen señales:
hablan del fin del mundo
de pérdidas colaterales
y enemigos.
he acabado mis reservas:
tendremos que sobrevivir
como sea.
deja tus fuerzas en mí
te aguardo completa
indefensa

(la tierra sigue siendo plana
y yo no paro de dar vueltas)
nadie está a salvo
los héroes han dejado
de construir ciudades
en lo alto de los montes.

7/1/11

circus
hay un circo a las afueras de la ciudad
cuando diluvia, sus luces tititlan con fuerza
-su cadena de luces abombilladas sobre el azul de la carpa-
yo no puedo quitarle los ojos de encima
me parece triste y valiente, desafiante,
como los niños huérfanos, los atardeceres,
o mi incapacidad para abandonar.

5/1/11





edición limitada por reyes palabras de usar y tirar 
por si alguien lo quiere regalar, aquí están las dos hojas que componen el poemario, la única complicación es doblar y recortar, elegir cartulina y grapar.

¡que los reyes os traigan carbón del dulce!

4/1/11

me descubro 
espinas diminutas en la piel
restos de barcos
de ramas
de invernaderos cabizbajos
y ando
desnuda y descalza
cantando
la física y la poesía no se riñen
por eso calculo tu frecuencia
en el ábaco de mis dedos
y extrapolo fórmulas para adivinar
la continuidad de tu sonido
en el tiempo
(a veces me incendiaría en tu voz
para hacer mis cuentas con fuego)

3/1/11

 -La física y la poesía no se riñen -me dices ayudándome a argumentar ideas para el próximo poema y yo me quedo a cero.

2/1/11

creo que reto superado (abel y yo, jugando con palabras, acabamos proponiéndonos escribir una historia, esta es mi versión de los hechos)

Habíamos llegado a ese punto en que las discusiones más absurdas –si la mermelada se llamaba compota, no, se llama mermelada, en mi casa siempre se ha llamado compota, en tu casa siempre habéis llamado a las cosas con nombres absurdos, yo no he dicho nada de las costumbres absurdas de tu casa...- se convertían en auténticas batallas campales. Me había vuelto a retrasar en la última intervención en el quirófano. Una hemorragia imprevista nos había complicado lo que se programó como una operación sencilla y llegaba tarde para la cena. Sentía mi cabeza cargada como las tripas de un submarino mientras conducía de vuelta a casa. No podía evitar que me horrorizase la idea de llegar para volver a enzarzarme en una serie de justificaciones anodinas que sólo servirían para disimular que nada iba como antes. ¿Pero cómo iban las cosas antes? Reconstruir la prehistoria de nuestra relación sólo me hacía tropezarme con el típico cualquier tiempo pasado fue mejor, así que prefería claudicar en esa empresa y enfrentarme a cada nueva pelea como si siempre nos encontrásemos a una míriada de la reconciliación. Esa reconciliación mágica que nos haría comprar billetes de tren a la conchinchina y convertiría todas nuestras cenas en merengue. Pero no eran merengue, me hubiese dado igual cenar centollo que colágeno, todo me sabía a mercromina, todo parecía llenarme la boca de arena. Quizá por eso al final sólo hablaba de gilipolleces. Intenté recordar la última conversación en la que habíamos estado de acuerdo y me horroricé al descubrir que sólo habíamos coincidido en la necesidad de una nueva aspiradora. Bajé por la rampa en forma de tirabuzón que conducía a la tercera planta del garaje del bloque de pisos en los que vivíamos desde que nos habíamos decidido a compartir algo más que los fines de semana. Odiaba aquella rampa. Odiaba tener la sensación de que iba a dejarme medio coche en la última curva. Nos habían engañado con el parking. Apagar el motor eliminó uno de los ruidos molestos que me iban acompañando. ¿Qué iba a decir? Respiré profundamente y agarré mi chaqueta antes de salir. Me dirigí hacia la puerta que llevaba a los ascensores y me sorprendí al encontrar, como una sonrisa abandonada por capricho, una raja de sandía meciéndose sobre el suelo gris de la cochera. Como un idiota me quedé mirando el rojo húmedo de la fruta, me pareció gracioso verla allí, como si estuviese esperando también a que pasase algo. No pude evitar acordarme de nuestro primer viaje como pareja, cuando accedí a su sueño tropical de la isla Pelícano  y nos cayó una tormenta como un demonio que nos obligó a estar encerrados en el hotel, gritando rayos y centellas y comiendo sandía como dos niños abandonados. Cuando todavía me resultaba cómico que dijese estupideces como “repámpanos” o empeñase su tiempo libre en novelas rosa forradas con hojas de periódico. Se apagó la luz del parking. Yo seguía allí, con la chaqueta sobre el brazo contemplando la sombra de la sandía, petrificado de pronto por la idea de que él no había cambiado, de que era yo el que me había convertido en un ser extraño, de que ya no disfrutaba con las cosas que antes obligaban mi sonrisa. ¿Qué me estaba pasando?


(aquí la versión de abel)

1/1/11

music-hall
hay palabras acunadas en mi oído
recitadas -no sé quién
quién las convoca-
al ritmo de le temps des cerises

dibujo círculos secretos e imagino

las letras se interrumpen en desorden
unas tras otras imponen su protagonismo
como si quisiesen iniciar un recorrido
-peregrinación sin par de las catástrofes-
partiendo de mi oreja hacia el latido
ingrávido de mi lengua adormilada

y estás aquí
y estás tan lejos

sácame a bailar, me dice el verbo
irregular en que adivino mi cintura,
los poetas, los poetas, amor,
intentan embriagarme con su vino
inútil, complicado
y mis pasos se tropiezan con sus versos
con la música en francés, con el deseo...

y estás tan lejos

tararéame, tararéame como ellos