12/6/11

Miré el resto de vino al fondo de mi copa y lo giré varias veces intentando concentrarme en el dibujo que imprimía en el cristal. Hacía unos días que había aprendido aquella nueva manera de sostener la copa por su base y me divertía sintiéndome sofisticada al hacerlo. En la botella quedaba todavía como para otro brindis, pero sentía mi cuerpo en el lugar preciso en el que debía estar. Levanté los pies para subirlos al asiento y miré por encima de la barandilla. La tarde caía sobre la ciudad y no podría hacer nada para impedirlo, tampoco tenía ningún motivo suficientemente bueno como para detener el tiempo. Todavía girando la copa cerré los ojos un instante, concentrada en mi propia respiración y en las imágenes sonoras que iba recibiendo. En el olor cotidiano de mi cuerpo y de mis plantas, en el sabor seco que todavía sentía en mi lengua. Por un instante había aterrizado en mí misma, sin versiones ni variantes, era yo, absoluta, temporal, viva. Abrí los ojos sorprendida en media sonrisa, apoyé la cabeza en el respaldo y apuré la copa.

3 comentarios:

DANI dijo...

Me ha recordado ese relato en que acaban bailando. Noo recuredo el nombre pero seguro que era Nacho ;)

No podía ir a dormir sin antes pasar :)

Buenas noches Princesa

Elendilae dijo...

¿Y te gustó? Seguro que sí :)

Gabiprog dijo...

Las copas se manejan mejor que las resacas...