8/7/09


orden de costumbres


Caes, por un abismo de inscripciones absurdas
hacia un suspiro entrecortado de materias
y ya no sabes qué sentir, ni si sentiste.
Enmudeces, acostumbrada al ruido
de tu propia respiración monotemática
como un robot inútil de emociones
que ya no apuesta nada contra su pecho.
Recortas anuncios de revistas,
subrayas frases en novelas de bolsillo,
de las que compras sin saber si acabarás,
cepillas perros, inviertes bolsas,
desgarras una puerta como quien amenaza al mundo,
tarareas…

Estás coleccionando curiosidades.

Almuerzas con tus padres en honor a los domingos,
divagas en un ascensor que huele a recuerdos,
claudicas frente a un espejo retrovisor de pacotilla,
almacenas en el cajón de los cubiertos polvo estático,
te retuerces en la cama y comes palomitas escarchadas.
Estás viviendo de anclajes, de contrapesos muertos.

Todo lo que enseñas, todo lo que ves,
ya no distingues. Acabas maldurmiendo
con desconocidos que te encantan
-como gustan las cuchillas a tu piel
recién lavada- y mientes por costumbre
sobre tu estado de salud pública.

Has alcanzado la boca de la miseria.

Un día, te levantas, te desnudas,
enfilas la calle como quien conoce fuentes,
agarras con las manos inocentes cualquier arma
-todo depende del romanticismo que calces
cuando bajas de la cama- y te matas.
En plena plaza, sin tirar monedas,
sin aplausos, ni pompas fúnebres.

A prueba de minas,
te matas.

Y comienzas a vivir para ser caza.

1 comentario:

DANI dijo...

Reconozco que hoy me has asustado un poquito. Tan sólo un poquitos.

Be-sos