17/6/07


Raquel cerró el bolso definitivamente vencida. Si no había lápiz de labios era imposible la victoria. Volvió a mirarse en el espejo y sonrió con fingida complicidad, tan fingida que ni si quiera quedó convencida y con gesto agrio se sacó la lengua. El manillar de la puerta del baño estaba húmedo. Se limpió la mano en la falda de tubo y se marchó resoplando.
La cafetería estaba atestada de gente. Los domingos por la tarde muchos decidían escapar de la rutina de un televisor cargado de deportes y películas de serie b. Podría haberse quedado a leer otra novela rosa, en pijama y comiendo helado, al más puro estilo americano, pero había decidido retar al apático domingo.
Se sentó de nuevo en la ridícula silla de diseño y miró a su alrededor. Chicas charlando en alegres grupos mientras cotilleaban sobre cualquier tontería, una pareja comiéndose la boca con inocente descaro, matrimonios con niños que corrían sin piedad por el local y algunos hombres con traje de chaqueta que parecían haberse escapado de una boda comprometida. Era el último café que se tomaba. Cinco minutos más y se iría a casa a volverse a duchar, a rendirse.
A las siete pedía un taxi y se quitaba los zapatos. Malditas interminables tardes de domingo. La próxima vez iría a comer con sus padres.

3 comentarios:

Luar dijo...

Raquel, quieres mi número de telefono?

Patricia García-Rojo dijo...

jajaja, se lo diré a Raquel para que te llame los domingos cuando se le caiga el mundo encima, jajaja

Unknown dijo...

Dale tambien el mio, y si viene aire hacemos una fiesta!!!! Sería un domingo diferente....